Cuando intento sumergirme en el mundo de la poesía, suele ocurrirme que siento una brecha entre los poemas y yo. Quizás es porque no soy tan buen lector como quisiera, o porque mi conocimiento sobre poesía es demasiado limitado. Y aquello no es culpa de los autores, pero hay veces que siento como si esa brecha estuviese ahí de forma intencional, como una barrera que pretende separar y alejar.
El día que llegó a mis manos Epitafio de la Libido, ya era un día alegre, un día que había comenzado bien pero que tenía esta sorpresa para culminarlo como uno de esos días que quedan marcados en la memoria. Y el acontecimiento fue celebrado como debe celebrarse el nacimiento de un hijo. Con alegría, con risas, con más de algún exceso etílico, con un gran dolor de cabeza al otro día en una soleada mañana laboral, pero sin niuna pizca de arrepentimiento.
Es que lo que hace el Che Pereyra es esa literatura que cautiva a tipos como yo, que no estudiaron poesía, que no saben de métrica, que no saben de autores famosos, menos de historia de la misma. Y si se lee como un argentino villero, loco pero tímido, amante de las mujeres y el rocanrol, es porque es tal y como es. Es lo que me gusta de leer a los amigos, que no se interesan en mostrar algo diferente a lo que son, pues no tienen nada que demostrarle a nadie, más que a ellos mismos. Y eso se agradece.
Epitafio de la Libido -la primera obra publicada del autor- es un libro que comparte sus más íntimas historias de amor y desamor, mil y una noches frías de soledad y cuestionamiento, a solas con culpas y liberaciones. Y lo hace sin complejos, con una sinceridad similar a la de un borracho en un bar, que abre ante un extraño las hojas de su vida, las lágrimas y rabias que lleva tatuadas en su cuerpo, en su propia historia. Este libro, a través de sus melancólicas poesías, desinhibe, regala, invita, y no a cualquiera, no a eruditos de las letras y la métrica, no a sabiondos de la literatura, sino a simples mortales, que sean capaces de sentarse en una fuente de soda una tarde cualquiera en una acelerada ciudad, a seguir soñando con su musa inspiradora. Tan imperfecta como hermosa.
El día que llegó a mis manos Epitafio de la Libido, ya era un día alegre, un día que había comenzado bien pero que tenía esta sorpresa para culminarlo como uno de esos días que quedan marcados en la memoria. Y el acontecimiento fue celebrado como debe celebrarse el nacimiento de un hijo. Con alegría, con risas, con más de algún exceso etílico, con un gran dolor de cabeza al otro día en una soleada mañana laboral, pero sin niuna pizca de arrepentimiento.
Es que lo que hace el Che Pereyra es esa literatura que cautiva a tipos como yo, que no estudiaron poesía, que no saben de métrica, que no saben de autores famosos, menos de historia de la misma. Y si se lee como un argentino villero, loco pero tímido, amante de las mujeres y el rocanrol, es porque es tal y como es. Es lo que me gusta de leer a los amigos, que no se interesan en mostrar algo diferente a lo que son, pues no tienen nada que demostrarle a nadie, más que a ellos mismos. Y eso se agradece.
Epitafio de la Libido -la primera obra publicada del autor- es un libro que comparte sus más íntimas historias de amor y desamor, mil y una noches frías de soledad y cuestionamiento, a solas con culpas y liberaciones. Y lo hace sin complejos, con una sinceridad similar a la de un borracho en un bar, que abre ante un extraño las hojas de su vida, las lágrimas y rabias que lleva tatuadas en su cuerpo, en su propia historia. Este libro, a través de sus melancólicas poesías, desinhibe, regala, invita, y no a cualquiera, no a eruditos de las letras y la métrica, no a sabiondos de la literatura, sino a simples mortales, que sean capaces de sentarse en una fuente de soda una tarde cualquiera en una acelerada ciudad, a seguir soñando con su musa inspiradora. Tan imperfecta como hermosa.
malaimagen, año 2010.
1 comentario:
genial, simplemente genial. felicitaciones espero que aparescan muchas mas, saludos a mala imagen.
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